España a través de los mapas. E.S.O.
En esta Web encontrarás materiales que complementan los contenidos de Geografía de España que se estudian en la ESO.
A través del texto del mapa central podrás descubrir diferentes materiales complementarios o, pulsando en los botones correspondientes, realizar una serie de actividades e, incluso, evaluar tu aprendizaje.
Los contenidos están organizados en cuatro bloques temáticos:
- Organización territorial: aquí podrás analizar la posición de España en el contexto mundial y europeo, así como la organización territorial española.
- Medio Ambiente: en él descubrirás la diversidad natural de España, el patrimonio natural y cultural con el que cuenta, así como la problemática ambiental que registra.
- Ocupación y procesos territoriales: tras conocer los cambios territoriales más significativos que ha experimentado España, ver�s cómo han influido en ello las diferentes actividades económicas, y cómo se organizan actualmente los espacios urbanos y la población.
- Desequilibrios territoriales: aquí se muestran las diferencias y desigualdades que, desde diferentes puntos de vista (económico, demográfico, etc.), existen entre las regiones españolas.
Organización territorial: España en el contexto mundial y europeo
España está situada en el extremo suroccidental del continente europeo: entre el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, entre Europa y áfrica, entre la zona templada del planeta y la subtropical. Su papel en el contexto mundial ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX. Inicialmente aislada, durante la primera parte de la dictadura franquista, fue incorporándose a partir de los años cincuenta del pasado siglo en distintos organismos internacionales. A su vez, y por una combinación de razones históricas y estratégicas, ha mantenido vínculos más estrechos con algunas áreas preferentes: Europa, Iberoamérica y el Mediterráneo. España forma parte del reducido conjunto de países más ricos del mundo. Si consideramos el "índice de desarrollo humano" (IDH) su posición la sitúa, en 2004, en el puesto diecinueve. Eso significa que sus habitantes tienen, en promedio, unas condiciones de vida mucho más favorables que buena parte de los que forman la amplia lista de 177 estados con la que se ha elaborado ese índice.
Tanto la problemática social, como la económica y ambiental, presentan un rasgo característico en el siglo XXI: la globalización, que puede tener algunas consecuencias positivas, pero también negativas. ésta se caracteriza por una creciente interdependencia de las economías mundiales, donde unas ejercen el papel de potencias hegemónicas y otras ocupan posiciones subordinadas. Así existen profundos desequilibrios económicos y sociales, a los que se suman los de carácter ambiental. En el otro lado de la balanza destaca la universalización, proceso que intenta promover un sistema de valores éticos, común para todos los estados, y basado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Una iniciativa relativamente reciente, también propiciada por esta organización, es la Declaración del Milenio, que pretende paliar las desigualdades económicas y sociales, y dar respuesta a los problemas ambientales.
Dentro de este contexto mundial España se localiza en Europa y, desde 1986, pertenece a la Unión Europea. Esta organización se creó después de la Segunda Guerra Mundial, y aunque inicialmente fue concebida con unos objetivos estrictamente económicos, éstos se han ido ampliando en las décadas posteriores. Muestra de ello es la propia evolución de la UE, su funcionamiento institucionaly las actuales políticas comunitarias.
La actual UE se localiza en un ámbito donde la ocupación del territorio ha sido antigua e intensa, los procesos de urbanización generalizados, y el desarrollo económico y los índices de bienestar son altos. Sin embargo, existen profundas diferencias en su seno, resultado de la fragmentación territorial y política, y de los contrastes económicos, sociales y culturales. Estos aspectos se reflejan en el análisis de diferentes indicadores socioeconómicos (densidad, PIB y tasas de actividad y paro) e informes ambientales. Para disminuir esas desigualdades, la UE ha desarrollado una política regional con unos objetivos, y unos instrumentos financieros, que intentan compensar esas diferencias.
Por lo que respecta a España, y tras Constitución de 1978, ésta quedó definida como una nación integrada por nacionalidades y regiones, con capacidad de autogobierno. La actual organización territorial española se estructura a través de distintas unidades administrativas, que corresponden a diferentes escalas: Comunidades Autónomas, provincias y municipios. Por lo que respecta a las primeras, y tras un proceso de casi tres años (1980-1983), se constituyeron un total de 17 comunidades. Posteriormente, en el año 1995 y de acuerdo también con las posibilidades que ofrecía la Constitución, las dos ciudades españolas ubicadas en el norte de áfrica -Ceuta y Melilla- adquirieron el estatuto de Ciudades Autónomas.
Las 17 Comunidades Autónomas presentan diferencias, tanto con respecto a su dimensión y densidad de población, como a sus variados orígenes históricos y a su situación socioeconómica. Todas las Comunidades Autónomas tienen capacidad de autogobierno en materia ejecutiva (cada una cuenta con su gobierno autonómico), legislativa (tienen parlamentos, con diversas denominaciones) y algunas de ellas, judicial. Los estatutos de autonomía, recientemente reformados o en proceso de reforma, establecen para cada comunidad su estructura político-administrativa y desarrollan sus competencias, dentro de los límites que establece la Constitución.
Las Comunidades Autónomas se organizan en provincias y municipios. Pero de acuerdo con la Constitución y con sus respectivos estatutos, algunas han establecido otras circunscripciones administrativas como, por ejemplo, las Comarcas.
Medio ambiente.
https://www.ign.es/espmap/mapas_ma_eso/pdf/MedioESO_Mapa_01_texto.pdf
Tanto la problemática social, como la económica y ambiental, presentan un rasgo característico en el siglo XXI: la globalización, que puede tener algunas consecuencias positivas, pero también negativas. ésta se caracteriza por una creciente interdependencia de las economías mundiales, donde unas ejercen el papel de potencias hegemónicas y otras ocupan posiciones subordinadas. Así existen profundos desequilibrios económicos y sociales, a los que se suman los de carácter ambiental. En el otro lado de la balanza destaca la universalización, proceso que intenta promover un sistema de valores éticos, común para todos los estados, y basado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Una iniciativa relativamente reciente, también propiciada por esta organización, es la Declaración del Milenio, que pretende paliar las desigualdades económicas y sociales, y dar respuesta a los problemas ambientales.
Dentro de este contexto mundial España se localiza en Europa y, desde 1986, pertenece a la Unión Europea. Esta organización se creó después de la Segunda Guerra Mundial, y aunque inicialmente fue concebida con unos objetivos estrictamente económicos, éstos se han ido ampliando en las décadas posteriores. Muestra de ello es la propia evolución de la UE, su funcionamiento institucionaly las actuales políticas comunitarias.
La actual UE se localiza en un ámbito donde la ocupación del territorio ha sido antigua e intensa, los procesos de urbanización generalizados, y el desarrollo económico y los índices de bienestar son altos. Sin embargo, existen profundas diferencias en su seno, resultado de la fragmentación territorial y política, y de los contrastes económicos, sociales y culturales. Estos aspectos se reflejan en el análisis de diferentes indicadores socioeconómicos (densidad, PIB y tasas de actividad y paro) e informes ambientales. Para disminuir esas desigualdades, la UE ha desarrollado una política regional con unos objetivos, y unos instrumentos financieros, que intentan compensar esas diferencias.
Por lo que respecta a España, y tras Constitución de 1978, ésta quedó definida como una nación integrada por nacionalidades y regiones, con capacidad de autogobierno. La actual organización territorial española se estructura a través de distintas unidades administrativas, que corresponden a diferentes escalas: Comunidades Autónomas, provincias y municipios. Por lo que respecta a las primeras, y tras un proceso de casi tres años (1980-1983), se constituyeron un total de 17 comunidades. Posteriormente, en el año 1995 y de acuerdo también con las posibilidades que ofrecía la Constitución, las dos ciudades españolas ubicadas en el norte de áfrica -Ceuta y Melilla- adquirieron el estatuto de Ciudades Autónomas.
Las 17 Comunidades Autónomas presentan diferencias, tanto con respecto a su dimensión y densidad de población, como a sus variados orígenes históricos y a su situación socioeconómica. Todas las Comunidades Autónomas tienen capacidad de autogobierno en materia ejecutiva (cada una cuenta con su gobierno autonómico), legislativa (tienen parlamentos, con diversas denominaciones) y algunas de ellas, judicial. Los estatutos de autonomía, recientemente reformados o en proceso de reforma, establecen para cada comunidad su estructura político-administrativa y desarrollan sus competencias, dentro de los límites que establece la Constitución.
Las Comunidades Autónomas se organizan en provincias y municipios. Pero de acuerdo con la Constitución y con sus respectivos estatutos, algunas han establecido otras circunscripciones administrativas como, por ejemplo, las Comarcas.
Medio ambiente.
https://www.ign.es/espmap/mapas_ma_eso/pdf/MedioESO_Mapa_01_texto.pdf
Las características ambientales de España dependen, por una parte, de un conjunto de factores (relieve, clima, etc.) y procesos naturales (geodinámica terrestre, dinámica atmosférica, etc.) y, por otra, de la relación que los seres humanos han mantenido con la naturaleza a lo largo del tiempo. Por su parte, los factores y procesos naturales están muy condicionados por la posición geográfica que ocupa España. Así, por ejemplo, su relieve es el resultado del choque entre la placa africana y la placa euroasiática; una buena parte de sus características climáticas se explican por su localización entre la zona templada y la subtropical, así como por la posición de la Península Ibérica entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo. El clima, a su vez, condiciona la disponibilidad de agua y la organización de la vegetación. La interrelación de estos factores, a lo largo de un dilatado periodo de tiempo, ha dado lugar una gran diversidad natural en España.
El relieve peninsular se organiza en grandes unidades en torno a una altiplanicie interior, la Meseta, que está situada a más de 600 m sobre el nivel medio del mar. Ésta, a su vez, aparece dividida en dos submesetas por el Sistema Central: Submeseta Norte y Submeseta Sur. En conjunto, la Meseta ocupa una superficie que representa el 45% del total de España. En torno a ella se localizan los rebordes montañosos, las depresiones exteriores y las cordilleras exteriores. A todo ello se suma que España también cuenta con dos archipiélagos: Baleares y Canarias. En la construcción del relieve intervienen tanto los procesos vinculados a la dinámica interna (tectónica, vulcanismo, etc.) de la Tierra, como otros que dependen de los agentes externos (agua, viento, etc.) y dan lugar a diferentes geoformas. La actividad humana ha sabido adaptarse a las distintas posibilidades que ofrecía cada tipo de relieve, aunque en ocasiones ha alterado negativamente su dinámica natural.
La diversidad climática es otro de los rasgos que caracteriza las condiciones naturales de España. Esta diversidad se debe a un conjunto de factores: su localización en un área del planeta que unas veces es afectada por las masas de aire frío procedentes del norte, y otras por las cálidas del sur, lo que da lugar a marcados contrastes estacionales; la influencia el mar, que explica las diferencias entre el clima del interior peninsular y el del litoral; así como la existencia de un relieve compartimentado, que modifica localmente las condiciones climáticas generales. En la vida cotidiana, la observación de fenómenos meteorológicos nos permite percibir cómo van cambiando los tipos de tiempo a lo largo del año. Pero en las últimas décadas, y como consecuencia de la actividad humana, se están produciendo cambios de otra índole -que los científicos denominan cambio climático-, de cuyas consecuencias negativas es necesario tomar conciencia.
España, en su conjunto, no puede considerarse como un país seco en el contexto mundial. No obstante, los recursos hídricos disponibles muestran enormes diferencias entre unas regiones y otras, debidas a la diversidad climática de su territorio. El acceso al agua constituye uno de los problemas territoriales más importantes. La incertidumbre sobre la disponibilidad de agua, en gran parte del territorio español, ha obligado a crear importantes infraestructuras para su captación y transporte. Estas actuaciones se han combinado con la creación de una organización administrativa específica: las confederaciones hidrográficas.
Los seres vivos, los ecosistemas y, con ellos, los paisajes naturales españoles también presentan una importante diversidad. Ésta se debe a la gran variedad de climas, tipos de relieve, sustratos y suelos de su territorio. En función de lo anterior, y teniendo en cuenta las características de la flora española, se pueden diferenciar tres grandes regiones biogeográficas: la Eurosiberiana, la Mediterránea y la Macaronésica. Cada una de las regiones presentaba, antes de su alteración histórica por las actividades humanas, una vegetación en equilibrio con las condiciones ecológicas de cada lugar. Sin embargo, la sustitución de la vegetación preexistente por tierras de cultivo, pastos o espacios edificados ha supuesto una importante reducción de la superficie forestal y, en general, de los ambientes naturales.
Las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza unas veces son de signo positivo pero otras, cuando se generan problemas ambientales, los son de signo negativo. En el análisis de la problemática ambiental se combina por una parte, el estudio de los riesgos naturales y, por otra, las alteraciones de los procesos naturales inducidas por las actividades humanas. Sólo una visión global de ambos aspectos, y de sus interacciones, permite responder de forma adecuada y prevenir o minimizar los daños.
Los procesos naturales capaces de generar riesgo son muy diversos aunque, en España, los que causan mayores pérdidas son de origen climático (viento, temperaturas extremas, tormentas�) o hidrológico (inundaciones). Las actuaciones humanas susceptibles de dañar el medio son aún más diversas, aunque en nuestro territorio destacan algunas como la deforestación, la erosión del suelo, y los incendios forestales. A todo ello se suman diversos tipos de contaminaciónproducidos por un manejo incorrecto de vertidos, por la emisión de contaminantes a la atmósfera, o por una inadecuada gestión de los residuos. No obstante, en los últimos años las políticas ambientales intentan afrontar estos problemas, y se están mejorando algunos procesos como, por ejemplo, el tratamiento de residuos urbanos.
Entre las acciones humanas de signo positivo, destacan las realizadas para conservar el patrimonio natural y cultural, ámbito en el que España posee importantes recursos. La red nacional de espacios naturales protegidos es una de las más amplias de Europa y, si fuese gestionada adecuadamente, proporcionaría los medios necesarios para garantizar la conservación de una muestra representativa de nuestros ecosistemas, especies, paisajes u otro tipo de elementos del patrimonio natural y cultural español. Cada vez existe una mayor sensibilidad por compatibilizar la conservaciõn con el disfrute público, por lo que la superficie protegida se ha incrementado notablemente en las últimas décadas, tanto en España como en el resto del mundo.
Ocupación y procesos territoriales.
https://www.ign.es/espmap/mapas_ocupacion_eso/pdf/OcupaESO_Mapa_01_texto.pdf
El relieve peninsular se organiza en grandes unidades en torno a una altiplanicie interior, la Meseta, que está situada a más de 600 m sobre el nivel medio del mar. Ésta, a su vez, aparece dividida en dos submesetas por el Sistema Central: Submeseta Norte y Submeseta Sur. En conjunto, la Meseta ocupa una superficie que representa el 45% del total de España. En torno a ella se localizan los rebordes montañosos, las depresiones exteriores y las cordilleras exteriores. A todo ello se suma que España también cuenta con dos archipiélagos: Baleares y Canarias. En la construcción del relieve intervienen tanto los procesos vinculados a la dinámica interna (tectónica, vulcanismo, etc.) de la Tierra, como otros que dependen de los agentes externos (agua, viento, etc.) y dan lugar a diferentes geoformas. La actividad humana ha sabido adaptarse a las distintas posibilidades que ofrecía cada tipo de relieve, aunque en ocasiones ha alterado negativamente su dinámica natural.
La diversidad climática es otro de los rasgos que caracteriza las condiciones naturales de España. Esta diversidad se debe a un conjunto de factores: su localización en un área del planeta que unas veces es afectada por las masas de aire frío procedentes del norte, y otras por las cálidas del sur, lo que da lugar a marcados contrastes estacionales; la influencia el mar, que explica las diferencias entre el clima del interior peninsular y el del litoral; así como la existencia de un relieve compartimentado, que modifica localmente las condiciones climáticas generales. En la vida cotidiana, la observación de fenómenos meteorológicos nos permite percibir cómo van cambiando los tipos de tiempo a lo largo del año. Pero en las últimas décadas, y como consecuencia de la actividad humana, se están produciendo cambios de otra índole -que los científicos denominan cambio climático-, de cuyas consecuencias negativas es necesario tomar conciencia.
España, en su conjunto, no puede considerarse como un país seco en el contexto mundial. No obstante, los recursos hídricos disponibles muestran enormes diferencias entre unas regiones y otras, debidas a la diversidad climática de su territorio. El acceso al agua constituye uno de los problemas territoriales más importantes. La incertidumbre sobre la disponibilidad de agua, en gran parte del territorio español, ha obligado a crear importantes infraestructuras para su captación y transporte. Estas actuaciones se han combinado con la creación de una organización administrativa específica: las confederaciones hidrográficas.
Los seres vivos, los ecosistemas y, con ellos, los paisajes naturales españoles también presentan una importante diversidad. Ésta se debe a la gran variedad de climas, tipos de relieve, sustratos y suelos de su territorio. En función de lo anterior, y teniendo en cuenta las características de la flora española, se pueden diferenciar tres grandes regiones biogeográficas: la Eurosiberiana, la Mediterránea y la Macaronésica. Cada una de las regiones presentaba, antes de su alteración histórica por las actividades humanas, una vegetación en equilibrio con las condiciones ecológicas de cada lugar. Sin embargo, la sustitución de la vegetación preexistente por tierras de cultivo, pastos o espacios edificados ha supuesto una importante reducción de la superficie forestal y, en general, de los ambientes naturales.
Las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza unas veces son de signo positivo pero otras, cuando se generan problemas ambientales, los son de signo negativo. En el análisis de la problemática ambiental se combina por una parte, el estudio de los riesgos naturales y, por otra, las alteraciones de los procesos naturales inducidas por las actividades humanas. Sólo una visión global de ambos aspectos, y de sus interacciones, permite responder de forma adecuada y prevenir o minimizar los daños.
Los procesos naturales capaces de generar riesgo son muy diversos aunque, en España, los que causan mayores pérdidas son de origen climático (viento, temperaturas extremas, tormentas�) o hidrológico (inundaciones). Las actuaciones humanas susceptibles de dañar el medio son aún más diversas, aunque en nuestro territorio destacan algunas como la deforestación, la erosión del suelo, y los incendios forestales. A todo ello se suman diversos tipos de contaminaciónproducidos por un manejo incorrecto de vertidos, por la emisión de contaminantes a la atmósfera, o por una inadecuada gestión de los residuos. No obstante, en los últimos años las políticas ambientales intentan afrontar estos problemas, y se están mejorando algunos procesos como, por ejemplo, el tratamiento de residuos urbanos.
Entre las acciones humanas de signo positivo, destacan las realizadas para conservar el patrimonio natural y cultural, ámbito en el que España posee importantes recursos. La red nacional de espacios naturales protegidos es una de las más amplias de Europa y, si fuese gestionada adecuadamente, proporcionaría los medios necesarios para garantizar la conservación de una muestra representativa de nuestros ecosistemas, especies, paisajes u otro tipo de elementos del patrimonio natural y cultural español. Cada vez existe una mayor sensibilidad por compatibilizar la conservaciõn con el disfrute público, por lo que la superficie protegida se ha incrementado notablemente en las últimas décadas, tanto en España como en el resto del mundo.
Ocupación y procesos territoriales.
https://www.ign.es/espmap/mapas_ocupacion_eso/pdf/OcupaESO_Mapa_01_texto.pdf
La forma en la que los seres humanos ocupan el territorio expresa cómo es su sistema económico, su cultura y cómo se relacionan con la naturaleza. Los procesos de ocupación territorial varían a lo largo del tiempo, pues cada sociedad usa los recursos y transforma el territorio de una manera diferente.
Desde el punto de vista territorial, un indicador de estas transformaciones es el proceso de artificialización del suelo, es decir, la superficie del territorio -natural o agraria- que ha sido transformada para instalar en ella usos residenciales, comerciales, industriales, equipamientos públicos o diferentes infraestructuras. Este proceso se ha incrementado significativamente en las últimas décadas, como se observa en el mapa adjunto. Se trata de un fenómeno que se ha generalizado por todo el territorio, pero que resulta especialmente significativo en la costa mediterránea y en el área metropolitana de Madrid. Para comprender estos cambios recientes, y sus consecuencias, es necesario analizar cómo las actividades económicas han transformado el territorio.
Las actividades agrarias fueron el soporte de la economía española hasta prácticamente la primera mitad del siglo XX. Desde entonces, y como consecuencia de las transformaciones experimentadas por el modelo económico, estas actividades han ido perdiendo progresivamente peso económico y social, aunque todavía utilizan extensas áreas del territorio. En el año 2006 la población activa agraria, que hace treinta años suponía el 20 % del total, apenas supera ahora el 5 %, no deja de descender y está cada vez más envejecida. A pesar de esta evolución, la agricultura española se ha modernizado notablemente y ha mejorado mucho su productividad. Actualmente España cuenta con un rico mosaico de sistemas y paisajes agrarios, muchas veces herencia del pasado, que constituyen un valioso patrimonio ambiental y cultural.
España se incorporó tardíamente a la primera revolución industrial del siglo XIX, que sólo alcanzó a algunas comarcas de Cataluña, el País vasco o Asturias, especializadas en actividades textiles o minerometalúrgicas. A partir de los años sesenta del siglo XX, España se convirtió ya plenamente en un país industrializado y desde entonces ha reforzado esa posición. La distribución espacial de la industriaen España refleja grandes contrastes, tanto por lo que se refiere a las personas ocupadas, la producción obtenida o las inversiones de capital que deben hacer las empresas. Esa desigual localización no es casual, sino que se relaciona con la presencia de factores que atraen a las empresas: buenas comunicaciones, recursos naturales, áreas urbanas con mucha mano de obra y capacidad de consumo, cultura empresarial, etc.
Otra actividad que ha contribuido de forma notable en la economía española, así como en la transformación territorial y social de algunas Comunidades Autónomas, es el turismo. Tras un proceso iniciado en la década de los sesenta del siglo XX, España es actualmente uno de los principales destinos turisticos del mundo, pues el numero de turistas extranjeros no ha dejado de aumentar. En su primera etapa, los visitantes se orientaron hacia el denominado turismo de sol y playa, por lo que las actividades turisticas se localizaron fundamentalmente en las costas de Levante, Andalucía, Baleares y Canarias. En la actualidad se está produciendo una diversificación de las preferencias de los turistas ( turismo rural , cultural, de negocios, etc.), por lo que otras regiones españolas se están incorporando como nuevos destinos. Aunque el turismo genera riqueza, su implantación en algunas zonas ha tenido un coste ambiental elevado.
Fruto del desarrollo experimentado, la economía española es actualmente una economía de servicios, de los que todos somos usuarios o consumidores. En ellos trabaja una amplia mayoría de la población ocupada en España, y representa el sector económico donde hay más mujeres incorporadas al mercado laboral. El mayor volumen de empresas y empleos en actividades de servicios se concentra en las provincias más pobladas y ricas, que cuentan también con las mayores aglomeraciones urbanas, aunque en los últimos años se constata un crecimiento notable de estas actividades en otras zonas como, por ejemplo, en el litoral mediterráneo, en provincias que limitan con las aglomeraciones metropolitanas o en algunas del interior peninsular. Un indicador de la progresiva incorporación de los españoles a la sociedad de consumo es la proliferación que, en las tres últimas décadas, han tenido los centros comerciales.
La evolución de las actividades económicas ha ido trasformando también las ciudades españolas, que son el resultado de un largo proceso de urbanización. A pesar de los grandes cambios experimentados a partir de la segunda mitad del siglo XX, muchas ciudades aún conservan vestigios de su pasado, y en ellas pueden reconocerse las distintas fases de su evolución urbana. Hoy la población española se concentra en las ciudades, siendo la segregación residencial un rasgo característico de la organización de las áreas urbanas. Esta concentración de la población ha generado en España una red urbana desequilibrada y ha dado lugar a profundos cambios, tanto en el interior de las ciudades como en su periferia. En el interior, la rehabilitación y las grandes operaciones urbanas son prácticas de intervención usuales en la actualidad. En la periferia, el modelo de crecimiento urbano disperso -que tiene un alto coste ambiental- se está generalizando por todo el territorio. En las últimas décadas, el crecimiento de la superficie urbanizada en España ha sido espectacular, y muy superior al de los países de su entorno europeo.
La dispersión de las actividades económicas y el crecimiento de los espacios urbanos han incrementado la movilidad espacial, lo que ha producido un importante desarrollo de las redes e infraestructuras de transportes y comunicaciones. En España, el transporte de mercancías y personas se realiza prioritariamente a través de la red de carreteras. En contrapartida, el ferrocarril ha quedado relegado a un lugar secundario, situación que está comenzando a cambiar por la construcción de redes de alta velocidad. El tráfico aéreo ha aumentado enormemente en las últimas décadas, mientras que el transporte marítimo es el más utilizado para el movimiento de mercancías. Por último, los sistemas de comunicación han experimentado, en los últimos veinte años, un asombroso progreso, generalizándose el uso de los medios de comunicación, sobre todo de los audiovisuales.
Como consecuencia de las profundas transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales que ha experimentado España, la dinámica y estructura de la población española han cambiado profundamente a lo largo del siglo XX. Por un lado, se ha duplicado su población: de los 18.594.405 habitantes que había en 1900 se ha pasado a 44.108.530 en 2006, pero su distribución es muy desigual. A su vez, de ser un Estado que daba premios a las familias numerosas de cinco y más hijos, hoy se ha convertido en uno de los países del mundo con menor natalidad y tendencia al envejecimiento. Por otro lado, de ser un país en el que predominaba la emigración, por lo menos hasta 1975, ahora lo hace la inmigración. Por último, también se ha modificado sustancialmente la distribución de la población ocupada por sectores económicos.
El modelo territorial actual se caracteriza por la dispersión de las actividades y la población, lo que implica un elevado consumo de recursos (agua, suelo, energía), el incremento de los riesgos naturales y de la contaminación. La producción y consumo de energía eléctrica ha experimentado un gran crecimiento en España, al tiempo que ha incrementado su dependencia del exterior, pues la mayor parte se genera a partir de combustibles fósiles. En los últimos años se está realizando un esfuerzo por desarrollar energías alternativas, que tienen un menor coste ambiental y reducen la dependencia externa.
Desequilibros territoriales.
https://www.ign.es/espmap/mapas_desequilibrios_eso/pdf/DesESO_Mapa_01_texto.pdf
Desde el punto de vista territorial, un indicador de estas transformaciones es el proceso de artificialización del suelo, es decir, la superficie del territorio -natural o agraria- que ha sido transformada para instalar en ella usos residenciales, comerciales, industriales, equipamientos públicos o diferentes infraestructuras. Este proceso se ha incrementado significativamente en las últimas décadas, como se observa en el mapa adjunto. Se trata de un fenómeno que se ha generalizado por todo el territorio, pero que resulta especialmente significativo en la costa mediterránea y en el área metropolitana de Madrid. Para comprender estos cambios recientes, y sus consecuencias, es necesario analizar cómo las actividades económicas han transformado el territorio.
Las actividades agrarias fueron el soporte de la economía española hasta prácticamente la primera mitad del siglo XX. Desde entonces, y como consecuencia de las transformaciones experimentadas por el modelo económico, estas actividades han ido perdiendo progresivamente peso económico y social, aunque todavía utilizan extensas áreas del territorio. En el año 2006 la población activa agraria, que hace treinta años suponía el 20 % del total, apenas supera ahora el 5 %, no deja de descender y está cada vez más envejecida. A pesar de esta evolución, la agricultura española se ha modernizado notablemente y ha mejorado mucho su productividad. Actualmente España cuenta con un rico mosaico de sistemas y paisajes agrarios, muchas veces herencia del pasado, que constituyen un valioso patrimonio ambiental y cultural.
España se incorporó tardíamente a la primera revolución industrial del siglo XIX, que sólo alcanzó a algunas comarcas de Cataluña, el País vasco o Asturias, especializadas en actividades textiles o minerometalúrgicas. A partir de los años sesenta del siglo XX, España se convirtió ya plenamente en un país industrializado y desde entonces ha reforzado esa posición. La distribución espacial de la industriaen España refleja grandes contrastes, tanto por lo que se refiere a las personas ocupadas, la producción obtenida o las inversiones de capital que deben hacer las empresas. Esa desigual localización no es casual, sino que se relaciona con la presencia de factores que atraen a las empresas: buenas comunicaciones, recursos naturales, áreas urbanas con mucha mano de obra y capacidad de consumo, cultura empresarial, etc.
Otra actividad que ha contribuido de forma notable en la economía española, así como en la transformación territorial y social de algunas Comunidades Autónomas, es el turismo. Tras un proceso iniciado en la década de los sesenta del siglo XX, España es actualmente uno de los principales destinos turisticos del mundo, pues el numero de turistas extranjeros no ha dejado de aumentar. En su primera etapa, los visitantes se orientaron hacia el denominado turismo de sol y playa, por lo que las actividades turisticas se localizaron fundamentalmente en las costas de Levante, Andalucía, Baleares y Canarias. En la actualidad se está produciendo una diversificación de las preferencias de los turistas ( turismo rural , cultural, de negocios, etc.), por lo que otras regiones españolas se están incorporando como nuevos destinos. Aunque el turismo genera riqueza, su implantación en algunas zonas ha tenido un coste ambiental elevado.
Fruto del desarrollo experimentado, la economía española es actualmente una economía de servicios, de los que todos somos usuarios o consumidores. En ellos trabaja una amplia mayoría de la población ocupada en España, y representa el sector económico donde hay más mujeres incorporadas al mercado laboral. El mayor volumen de empresas y empleos en actividades de servicios se concentra en las provincias más pobladas y ricas, que cuentan también con las mayores aglomeraciones urbanas, aunque en los últimos años se constata un crecimiento notable de estas actividades en otras zonas como, por ejemplo, en el litoral mediterráneo, en provincias que limitan con las aglomeraciones metropolitanas o en algunas del interior peninsular. Un indicador de la progresiva incorporación de los españoles a la sociedad de consumo es la proliferación que, en las tres últimas décadas, han tenido los centros comerciales.
La evolución de las actividades económicas ha ido trasformando también las ciudades españolas, que son el resultado de un largo proceso de urbanización. A pesar de los grandes cambios experimentados a partir de la segunda mitad del siglo XX, muchas ciudades aún conservan vestigios de su pasado, y en ellas pueden reconocerse las distintas fases de su evolución urbana. Hoy la población española se concentra en las ciudades, siendo la segregación residencial un rasgo característico de la organización de las áreas urbanas. Esta concentración de la población ha generado en España una red urbana desequilibrada y ha dado lugar a profundos cambios, tanto en el interior de las ciudades como en su periferia. En el interior, la rehabilitación y las grandes operaciones urbanas son prácticas de intervención usuales en la actualidad. En la periferia, el modelo de crecimiento urbano disperso -que tiene un alto coste ambiental- se está generalizando por todo el territorio. En las últimas décadas, el crecimiento de la superficie urbanizada en España ha sido espectacular, y muy superior al de los países de su entorno europeo.
La dispersión de las actividades económicas y el crecimiento de los espacios urbanos han incrementado la movilidad espacial, lo que ha producido un importante desarrollo de las redes e infraestructuras de transportes y comunicaciones. En España, el transporte de mercancías y personas se realiza prioritariamente a través de la red de carreteras. En contrapartida, el ferrocarril ha quedado relegado a un lugar secundario, situación que está comenzando a cambiar por la construcción de redes de alta velocidad. El tráfico aéreo ha aumentado enormemente en las últimas décadas, mientras que el transporte marítimo es el más utilizado para el movimiento de mercancías. Por último, los sistemas de comunicación han experimentado, en los últimos veinte años, un asombroso progreso, generalizándose el uso de los medios de comunicación, sobre todo de los audiovisuales.
Como consecuencia de las profundas transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales que ha experimentado España, la dinámica y estructura de la población española han cambiado profundamente a lo largo del siglo XX. Por un lado, se ha duplicado su población: de los 18.594.405 habitantes que había en 1900 se ha pasado a 44.108.530 en 2006, pero su distribución es muy desigual. A su vez, de ser un Estado que daba premios a las familias numerosas de cinco y más hijos, hoy se ha convertido en uno de los países del mundo con menor natalidad y tendencia al envejecimiento. Por otro lado, de ser un país en el que predominaba la emigración, por lo menos hasta 1975, ahora lo hace la inmigración. Por último, también se ha modificado sustancialmente la distribución de la población ocupada por sectores económicos.
El modelo territorial actual se caracteriza por la dispersión de las actividades y la población, lo que implica un elevado consumo de recursos (agua, suelo, energía), el incremento de los riesgos naturales y de la contaminación. La producción y consumo de energía eléctrica ha experimentado un gran crecimiento en España, al tiempo que ha incrementado su dependencia del exterior, pues la mayor parte se genera a partir de combustibles fósiles. En los últimos años se está realizando un esfuerzo por desarrollar energías alternativas, que tienen un menor coste ambiental y reducen la dependencia externa.
Desequilibros territoriales.
https://www.ign.es/espmap/mapas_desequilibrios_eso/pdf/DesESO_Mapa_01_texto.pdf
En España existen actualmente importantes desequilibrios territoriales que, entre otros aspectos, se explican por factores geográficos, la desigual distribución de recursos, la evolución histórica, las características del modelo económico y las decisiones políticas. Estos desequilibrios pueden ser de índole administrativa, económica y social, demográfica o relacionados con la sociedad del conocimiento. Por lo que respecta a los primeros, junto a razones históricas, hay que tener en cuenta el proceso de descentralización que, tras la aprobación de la Constitución de 1978, se produce en España con la creación del estado de las autonomías.
El traspaso de competencias desde la administración central a las autonómicas está siendo un proceso largo que, a su vez, presenta diferencias notables según los territorios. A pesar de que la Constitución intenta reducir las desigualdades a través del principio de solidaridad, la realidad es que si se analizan diversos indicadores (económicos, sociales, demográficos) se constata la persistencia de desequilibrios.
En España existe una distribución desigual de los recursos económicos lo que, a su vez, genera desigualdades sociales. A partir de los años sesenta del siglo XX, y como consecuencia de la revolución urbano-industrial, se incrementaron las desigualdades entre las áreas urbanas y las rurales, así como entre las regiones industriales y turísticas frente a las agrícolas. Posteriormente, tras la crisis económica de los años setenta del pasado siglo, se produce un espectacular crecimiento del sector terciario y, con ello, una reorganización de los principales ejes económicos. En la actualidad, éstos se han trasladado desde la cornisa cantábrica hacia las regiones mediterráneas, mientras que Madrid sigue manteniendo su importancia económica.
La distribución del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita refleja los desequilibrios económicos. Éstos se han acentuado entre las regiones que han experimentado un mayor crecimiento económico y las que han quedado al margen de este proceso. Entre las primeras se sitúan las que concentran actividades industriales -altamente productivas- con dotaciones de parques empresariales y tecnológicos, servicios especializados, o aquellas en las que se ha desarrollado la actividad turística; entre las segundas, lo hacen aquellas cuya economía no ha sido capaz de adaptarse a los cambios recientes. Aunque en los últimos decenios la evolución de la población activa muestra un incremento de las tasas de actividad y de empleo, y un descenso de la tasa de paro, este proceso ha sido desigual según las regiones, dependiendo de su actividad económica.
Otro indicador que pone de manifiesto los desequilibrios económicos y sociales en España es la renta disponible de los hogares por habitante. Ésta permite aproximarnos a las condiciones de vida de la población, y establecer comparaciones entre las diferentes Comunidades Autónomas. En paralelo, la tasa de riesgo de pobreza realza estas desigualdades, pues es más alta en las regiones económicamente más deprimidas, o en aquéllas donde la distribución de la riqueza es más desigual. Finalmente, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ofrece una visión de conjunto y permite conocer mejor el grado de bienestar de los habitantes de cada Comunidad Autónoma. En 2000 tan sólo ocho Comunidades Autónomas presentan un valor de este índice por encima de la media española, lo que pone de manifiesto los desequilibrios existentes.
En España existen también notables desequilibrios demográficos. Si se analiza la densidad de la población a escala autonómica, los mayores contrastes se producen entre Madrid y las Comunidades situadas en el entorno del Mediterráneo, por un lado, y las del interior, por otro. Por su parte, el mapa de la densidad provincialdel año 2006 matiza mejor algunos de los contrastes demográficos actuales.
El mapa de densidades municipales muestra que la población, como si se tratara de manchas de aceite, se distribuye en el territorio a partir de las principales ciudades y siguiendo las vías de comunicación. A su vez, las diferencias demográficas entre los municipios son notables, pues el 96,6% de la población española se concentra en tan sólo el 39,7% de los municipios, lo que indica que dos de cada tres municipios están casi despoblados. También los movimientos migratorios han incrementado, en algunos casos, las disparidades demográficas. Los recién llegados se asientan básicamente en los lugares con una economía más dinámica, puesto que en esas zonas suele ser más fácil encontrar un puesto de trabajo. El impacto de los inmigrantes en la demografía es importante: aumenta el total de efectivos, hay más demanda sanitaria y educativa, se incrementan las cotizaciones a la Seguridad Social, existe mayor diversidad cultural, pero también se suscitan problemas de integración social y pueden aparecer brotes de xenofobia. España tiene actualmente un importante reto: desarrollar una sociedad intercultural.
La difusión de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) está cambiando sustancialmente los modos de vida. Pero su aplicación desigual ha incrementado en España los contrastes territoriales, al tiempo que ha generado nuevos desequilibrios vinculados, en este caso, a la sociedad del conocimiento. La importancia de este fenómeno, relativamente reciente, se observa en las estadísticas del equipamiento de nuevas tecnologías en los hogares españoles. En el año 2005, al menos la mitad de las viviendas españolas ya poseen un ordenador, y se acercan al mismo porcentaje las que disponen de conexión a Internet. Los mayores porcentajes de hogares con acceso a la red se localizan, sobre todo, en el cuadrante nororiental de la Península Ibérica y Baleares, por tanto, en relación directa con los niveles económicos y culturales de la población. El elevado fracaso escolar, unido a la escasa incidencia de la formación continua, sobre todo si se compara con otros países de nuestro entorno, indican que un porcentaje importante de personas en España están en riesgo de quedar al margen de la sociedad de la información. Otro indicador esencial para la sociedad del conocimiento es el nivel de inversiones de un país en investigación y desarrollo (I+D). Si en España se analiza lo que representan los gastos totales en I+D, sobre el PIB, se constata la existencia de importantes desequilibrios entre las diferentes Comunidades Autónomas.
La política regional de la Unión Europea intenta, a través de los Fondos Estructurales, reducir los desequilibrios territoriales, tanto entre los estados miembros como en el interior de cada uno de ellos. En España se empiezan a notar sus efectos, pues en los últimos años estas diferencias interregionales comienzan a reducirse. A ello también ha contribuido un conjunto de medidas adoptadas por el estado español como, por ejemplo, los programas de desarrollo regional, los proyectos de desarrollo local, la creación del fondo de compensación interterritorial (FCI), etc.
El traspaso de competencias desde la administración central a las autonómicas está siendo un proceso largo que, a su vez, presenta diferencias notables según los territorios. A pesar de que la Constitución intenta reducir las desigualdades a través del principio de solidaridad, la realidad es que si se analizan diversos indicadores (económicos, sociales, demográficos) se constata la persistencia de desequilibrios.
En España existe una distribución desigual de los recursos económicos lo que, a su vez, genera desigualdades sociales. A partir de los años sesenta del siglo XX, y como consecuencia de la revolución urbano-industrial, se incrementaron las desigualdades entre las áreas urbanas y las rurales, así como entre las regiones industriales y turísticas frente a las agrícolas. Posteriormente, tras la crisis económica de los años setenta del pasado siglo, se produce un espectacular crecimiento del sector terciario y, con ello, una reorganización de los principales ejes económicos. En la actualidad, éstos se han trasladado desde la cornisa cantábrica hacia las regiones mediterráneas, mientras que Madrid sigue manteniendo su importancia económica.
La distribución del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita refleja los desequilibrios económicos. Éstos se han acentuado entre las regiones que han experimentado un mayor crecimiento económico y las que han quedado al margen de este proceso. Entre las primeras se sitúan las que concentran actividades industriales -altamente productivas- con dotaciones de parques empresariales y tecnológicos, servicios especializados, o aquellas en las que se ha desarrollado la actividad turística; entre las segundas, lo hacen aquellas cuya economía no ha sido capaz de adaptarse a los cambios recientes. Aunque en los últimos decenios la evolución de la población activa muestra un incremento de las tasas de actividad y de empleo, y un descenso de la tasa de paro, este proceso ha sido desigual según las regiones, dependiendo de su actividad económica.
Otro indicador que pone de manifiesto los desequilibrios económicos y sociales en España es la renta disponible de los hogares por habitante. Ésta permite aproximarnos a las condiciones de vida de la población, y establecer comparaciones entre las diferentes Comunidades Autónomas. En paralelo, la tasa de riesgo de pobreza realza estas desigualdades, pues es más alta en las regiones económicamente más deprimidas, o en aquéllas donde la distribución de la riqueza es más desigual. Finalmente, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) ofrece una visión de conjunto y permite conocer mejor el grado de bienestar de los habitantes de cada Comunidad Autónoma. En 2000 tan sólo ocho Comunidades Autónomas presentan un valor de este índice por encima de la media española, lo que pone de manifiesto los desequilibrios existentes.
En España existen también notables desequilibrios demográficos. Si se analiza la densidad de la población a escala autonómica, los mayores contrastes se producen entre Madrid y las Comunidades situadas en el entorno del Mediterráneo, por un lado, y las del interior, por otro. Por su parte, el mapa de la densidad provincialdel año 2006 matiza mejor algunos de los contrastes demográficos actuales.
El mapa de densidades municipales muestra que la población, como si se tratara de manchas de aceite, se distribuye en el territorio a partir de las principales ciudades y siguiendo las vías de comunicación. A su vez, las diferencias demográficas entre los municipios son notables, pues el 96,6% de la población española se concentra en tan sólo el 39,7% de los municipios, lo que indica que dos de cada tres municipios están casi despoblados. También los movimientos migratorios han incrementado, en algunos casos, las disparidades demográficas. Los recién llegados se asientan básicamente en los lugares con una economía más dinámica, puesto que en esas zonas suele ser más fácil encontrar un puesto de trabajo. El impacto de los inmigrantes en la demografía es importante: aumenta el total de efectivos, hay más demanda sanitaria y educativa, se incrementan las cotizaciones a la Seguridad Social, existe mayor diversidad cultural, pero también se suscitan problemas de integración social y pueden aparecer brotes de xenofobia. España tiene actualmente un importante reto: desarrollar una sociedad intercultural.
La difusión de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) está cambiando sustancialmente los modos de vida. Pero su aplicación desigual ha incrementado en España los contrastes territoriales, al tiempo que ha generado nuevos desequilibrios vinculados, en este caso, a la sociedad del conocimiento. La importancia de este fenómeno, relativamente reciente, se observa en las estadísticas del equipamiento de nuevas tecnologías en los hogares españoles. En el año 2005, al menos la mitad de las viviendas españolas ya poseen un ordenador, y se acercan al mismo porcentaje las que disponen de conexión a Internet. Los mayores porcentajes de hogares con acceso a la red se localizan, sobre todo, en el cuadrante nororiental de la Península Ibérica y Baleares, por tanto, en relación directa con los niveles económicos y culturales de la población. El elevado fracaso escolar, unido a la escasa incidencia de la formación continua, sobre todo si se compara con otros países de nuestro entorno, indican que un porcentaje importante de personas en España están en riesgo de quedar al margen de la sociedad de la información. Otro indicador esencial para la sociedad del conocimiento es el nivel de inversiones de un país en investigación y desarrollo (I+D). Si en España se analiza lo que representan los gastos totales en I+D, sobre el PIB, se constata la existencia de importantes desequilibrios entre las diferentes Comunidades Autónomas.
La política regional de la Unión Europea intenta, a través de los Fondos Estructurales, reducir los desequilibrios territoriales, tanto entre los estados miembros como en el interior de cada uno de ellos. En España se empiezan a notar sus efectos, pues en los últimos años estas diferencias interregionales comienzan a reducirse. A ello también ha contribuido un conjunto de medidas adoptadas por el estado español como, por ejemplo, los programas de desarrollo regional, los proyectos de desarrollo local, la creación del fondo de compensación interterritorial (FCI), etc.